domingo, 14 de abril de 2013

San José Sabás Reyes Salazar, mártir de México

Con este artículo se inicia el amigo José Daniel como colaborador del blog. Esperemos que sea solo el inicio de muchos artículos. Gracias en mi nombre y en de los lectores, Danilo.

San José Sabás Reyes Salazar, presbítero y mártir, protector de la Niñez y Juventud mexicana. 13 de abril
Nació en Cocula, Jalisco, el 5 de diciembre de 1883, hijo de Don Norberto Reyes López y Doña Francisca Salazar Castillo, fue bautizado el día 8 de Diciembre del mismo año, por motivos de la pobreza de la época su familia se trasladó a Guadalajara, en donde tuvo una infancia extremadamente pobre. Para mitigar el hambre y la desnudez fue voceador de periódicos y mal pudo concluir la instrucción primaria. 

Una salud frágil y una limitada capacidad intelectual fueron las secuelas de tantas carencias. Adolescente, ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, en donde según los criterios de la época, sus cortas facultades en el campo del saber lo descalificaron para ordenarse clérigo por Guadalajara; sin embargo, teniendo en cuenta su noble índole, los superiores mismos le recomendaron agregarse a una diócesis necesitada; humilde y constante en su vocación; Sabás fue recibido en la Diócesis de Tamaulipas, donde recibió las órdenes sagradas, incluyendo el 24 de diciembre de 1911, el presbiterado. Celebró su primera misa en Guadalajara en 1912 en compañía de sus familiares y amistades, Por dos años ejerció el ministerio sacerdotal en Tantoyuca, Veracruz. En 1914 se desató la persecución religiosa en el Estado de Tamaulipas, el Padre Sabás pidió permiso para trasladarse a la diócesis de Guadalajara y, una vez autorizado, prestó sus servicios ministeriales en San Cristóbal de la Barranca, Plan de Barrancas, Hostotipaquillo y Atemajac de Brizuela; todas estas poblaciones pertenecientes al Estado de Jalisco. 

En el año de 1919 pasó a la parroquia de Tototlán, Jalisco, para colaborar con el señor cura Francisco Vizcarra Ruiz, primero como capellán de la hacienda San Antonio de Gómez y después en 1921, fue trasladado a la cabecera parroquial. Cuando hubo de suspenderse el culto en los templos de la República, el párroco de Tototlán se retiró del pueblo y quedó al frente el padre Sabás, con el encargo de administrar los sacramentos. El Padre Sabás durante su estancia en Tototlán, recuerdan los pobladores, les dio asilo en su propia casa a los niños huérfanos. La señora Francisca Rodríguez, quien vive en Ocampo No. 48, en donde vivía el ahora Santo, recuerda que por ser la hija mayor, a ella la llevaba su papá, Don Anastasio Rodríguez, a rezar el Rosario a la casa del padre y que con motivo de la concentración de las personas en las ciudades grandes, el día en que iban a salirse del pueblo, su papá le dijo al sacerdote que se fuera con ellos, que lo pondría en su trabajo para que nadie se enterara de quién era, pero su respuesta fue negativa: "No, ¿y mis muchachos?", dijo refiriéndose a los huérfanos que vivían con él, y aunque le insistieron que dejara el pueblo y saliera de ahí con todo y sus muchachos, no accedió. 

El santo con dos niños
El 11 de enero de 1927, mal informados de que había en Tototlán más de dos mil cristeros armados contra el gobierno, llegaron las tropas federales, atacaron a la población y mataron a once vecinos pacíficos, hombres, mujeres y niños. Además profanaron el templo, ocupándolo para meter sus caballos y destrozando las imágenes. A los pocos días la tropa del general Juan B. Izaguirre le prendió fuego al templo parroquial, pero cuando se fueron los soldados, el padre Sabás y los vecinos acudieron a apagarlo. Naturalmente que los defensores del templo, de inmediato quisieron ir a quemar el palacio municipal, pero el Padre Reyes los detuvo argumentándoles que eso era proceder de bárbaros, cosa que los convenció desistiendo de sus negras intenciones. 

Capturado por las tropas federales, fue objeto de crueles tormentos que parecían no tener fin. Fue el único párroco que permaneció en Tototlán desatada persecución religiosa. Luego de que el ejército federal dispuso capturar a los sacerdotes por promover la rebelión, algunos amigos le sugirieron al Padre Sabás que se pusiera a salvo, pero él, con firmeza, declaró: “Mis superiores aquí me dejaron y mi párroco me encomendó la atención de la parroquia, por eso aquí permaneceré; si es la voluntad de Dios, aceptaré de buena gana el martirio”. Días después, avisado que las tropas federales atacarían Tototlán, se ocultó en el domicilio de la señora María Ontiveros, junto con tres acompañantes: el joven José Beltrán, y los niños Octavio Cárdenas y Salvador Botello. Desde ese momento hasta su captura se mantuvo rezando el rosario, y aunque cuando los soldados llegaron a su escondite la dueña de la casa negó que ahí estuviera, cuando ingresaron al lugar y preguntaron por el fraile, el padre Reyes salió del traspatio y dijo: “Aquí estoy, ¿qué se les ofrece?”. Por respuesta le ataron fuertemente los brazos. 

San José Sabás con niñas de catequesis.
Fue remitido a la iglesia parroquial, convertida en caballeriza y cuartel general de los soldados federales y amarrado a un pilastrón bajo los inclementes rayos del sol; durante varias horas se le negó agua para beber y finalmente se permitió que una mujer le proporcionara alimento. A ella le pidió que las señoras pidieran a Dios por él. Por la noche del día 12, atando de las manos y sujeto al cuello por una soga, compareció ante el general Izaguirre, quien tenía la consigna de capturar al párroco don Francisco Vizcarra y al presbítero José Dolores Guzmán. ¿Dónde está el Cura Vizcarra? El Padre Reyes no despegó los labios. Un fuerte tirón lo derribó al piso. Pregunta y torturas se repitieron con implacable crudeza hasta donde las fuerzas del mártir lo permitieron. Para seguirlo atormentando, fueron encendidas dos hogueras, una próxima a su rostro y otra junto a los pies del reo. Éste, entre tanto, musitaba una y otra vez: “Señor de la Salud, Madre mía de Guadalupe, dadme algún descanso”. El brutal tormento se prolongó hasta las primeras horas del alba. De cuando en cuando, alguno de los soldados le pegaba en la piel un tizón ardiendo y se burlaba: “Tú que dices que baja Dios a tus manos, que baje ahora a liberarte de las mías”. 

Indecibles fueron las horas transcurridas, hasta el anochecer del Miércoles Santo; casi a rastras lo condujeron al panteón municipal en donde fue acribillado. Uno de sus verdugos comentó luego: “Me pesa mucho haber matado a ese padre; murió injustamente. Le habíamos dado ya tres o cuatro balazos y todavía se levantó y gritó "¡Viva Cristo Rey!”

Al día siguiente, 14 de abril, a las siete de la mañana, dos señores que iban a preparar una sepultura para Don Aurelio de la Torre que fue asesinado por esconder al Padre José Dolores Guzmán, vieron el cadáver del Padre Reyes que estaba recargado en la pared, afuera del panteón, ya rígido, con cuatro balazos: dos en el pecho, uno en el brazo derecho y otro en la frente. El cuello, las costillas y los tobillos con las señales muy marcadas de las sogas; las manos quemadas, el cráneo muy hundido y prácticamente todos los huesos rotos a golpes. Solicitaron el permiso necesario para sepultarlo en la misma sepultura de Don Aurelio. 

Reliquias de San José Sabás.
Colocaron el cuerpo en una caja y lo sepultaron el Jueves Santo por la tarde en el panteón de Tototlán, Jalisco. Después sus restos fueron trasladados al templo parroquial de San Agustín, en Tototlán. Todo el pueblo consideró al Padre Sabás Reyes Salazar como un mártir de Jesucristo y como a tal, venera sus reliquias. Se le inició su proceso de fama y martirio junto a otros sacerdotes y seglares asesinados durante ese periodo en 1954. Eue promulgado el Decreto del reconocimiento de su martirio y del de sus compañeros mártires el 7 de Marzo de 1992. Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 en Roma, y canonizado el 21 de mayo de 2000, Año Santo Jubilar, por el Beato Juan Pablo II. Las personas que lo conocieron y trataron durante los interrogatorios de la Causa de canonización, relataban que era sencillo, humilde, de temperamento fuerte, que con muchos sacrificios logro dominar, atento a la educación de los niños y jóvenes educándolos en la fe y enseñándoles oficios para que fueran hombres de bien. 

San Sabás Reyes, que dedicaste tu vida enseñando y educando a la niñez, asistiendo a tu feligresía y derramaste tu Sangre por Cristo Rey, rogad por nosotros!

José Daniel Villafuerte.

1 comentario:

  1. Muy interesante, espero nuevos artículos sobre los mártires mexicanos, que por desgracia no son suficientemente conocidos. Recuerdo que hace ya mucho tiempo conseguí (y leí con emoción) una biografía del Beato Miguel Pro, publicada muy pocos años después del martirio, con interesantísimas fotos. También tengo una reliquia (que me mandaron los agustinos) del Beato Elías Nieves.

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