miércoles, 2 de marzo de 2016

Mártir por bueno y por justo.

Beato Carlos “el Bueno”, Conde de Flandes y mártir. 2 de marzo.

Carlos fue hijo de San Canuto IV, rey de Dinamarca (19 de enero y 10 de julio), y de Adelheid, hija de Roberto I de Flandes. Luego de la rebelión contra su padre en 1086, Carlos fue llevado a Brujas para ser educado por Roberto II, tío suyo por parte de madre, que lo adiestró como caballero, a la par que ponía a su disposición preceptores y sacerdotes para que le guiasen en el saber y la piedad. Carlos se distinguió en la I Cruzada a Tierra Santa. En 1111 murió Roberto y Baldwin VII, hijo de este, tomó de consejero a Carlos, que era mayor que él, justo y prudente. Y a su vez, le aconsejó que casara con Margarita de Clermont, hermana del obispo de Tournai, y de sangre real francesa, cosa que hizo Carlos en 1118. Como consejero, logró establecer en Flandes la “tregua de Dios”, de origen francés. Esta tregua prohibía todo combate, justa, o asunto de armas desde el Adviento hasta la Pascua, además, añadiendo posteriormente las solemnidades y sus vísperas. La pena por romperla era la excomunión. Con ello la Iglesia garantizaba paz temporal, permitiendo la diplomacia. En 1119, estando Baldwin para morir con 19 años y sin descendencia, declaró a Carlos como su heredero al condado de Flandes.

Esta elección solo contó con la aprobación de cierta parte de la nobleza y del pueblo. En su contra estaba principalmente Clemencia de Borgoña, la viuda del conde Roberto II, y William de Loo, vizconde de Ypres, sobrino político de la misma. Ambos deseaban echar a Carlos del condado de Flandes. Los flamencos de las zonas costeras obtuvieron promesas de Clemencia y Luis VI de Francia (casado con una sobrina de Clemencia) sobre derechos de piratería que serían confirmados por una vez echado Carlos. Al mismo tiempo de esta revuelta, William de Loo reclamó su derecho al condado. A la par, Clemencia casó con Godfrey de Lovaina, el cual también se alzó contra Carlos, apoyado por nobles feudales que pretendían sacar partido de las revueltas. Este, ni tardo ni perezoso, se lanzó con un potente ejército de fieles sobre los sublevados y uno a uno los aplastó tomando las ciudades de Hainaut, Boulogne y Coucy. A todos los apresados les desterró y confiscó sus bienes, incluida a su tía política, a la cual igualmente despojó de toda posesión. Ante esto, Luis VI instigador de la rebelión, fue el primero en pactar alianzas con Carlos. Esta victoria potente de Carlos y su alianza con Francia asustó Inglaterra, y al emperador del Sacro Imperio, Enrique V, el cual en 1124 atacó Francia, amenazando destruir Reims a pesar de la excomunión lanzada por Calixto II. Carlos envió diez mil soldados a Francia, que repelieron al emperador, que, humillado, se retiró a Utrecht. En vistas a los triunfos de Carlos, en 1125 al morir sin descendencia Enrique, se le ofreció la corona imperial, pero Carlos la rechazó, concentrándose en gobernar su condado en la justicia y la caridad. También le ofrecieron la corona de Jerusalén, pero igualmente la rechazó, por el mismo motivo.

Cuenta una tradición que un día cuando se dirigía a misa, fue importunado por una mujer que reclamaba su vaca robada. El conde, por no perder la misa, se despojó de su capa, mucho más valiosa que la vaca y la dio a la mujer, diciéndole la tuviera en prenda mientras él oraba, para luego hacer justicia. Pero anécdotas aparte, entre 1125 y 1127 tuvo la oportunidad de mostrar su buen gobierno inspirado en el Evangelio: hubo una gran hambruna provocada por largas heladas invernales y posteriores tormentas primaverales que inundaron los campos. Las enfermedades y las muertes se sucedían continuamente. Hambre, epidemias, robos, saqueos, relajación de la moral, todo se concatena. Empezó Carlos eximiendo de impuestos y diezmos a los agricultores, e imponiendo que con esos dineros, acogieran y socorrieran a los pobres y huérfanos. Compraba trigo a sus expensas para repartir pan a los necesitados, de los que hizo un censo. Se dice que en Ypres distribuyó, por su propia mano, 1800 hogazas de pan en un solo en un día. Prohibió usar la cebada para la fabricación de cerveza, mandando fuera usada para hacer pan, eximiendo de impuestos a los que lo hicieran así. Además, ordenó se sembrara cebada en cantidades, más fuerte y de rápido crecimiento que el trigo. Asi, al año siguiente, al llegar los crudos inviernos, ya tenía suficiente cebada para paliar más pronto el hambre. También fijó precios al pan, para impedir los abusos y la especulación, a la vez que recomendaba se hicieran panes más pequeños y baratos para que los pobres pudieran comprarlos. Aunque no todo fueron luces, hay que decir que este mismo año de 1125 Carlos expulsó a los judíos de su condado, a los que el pueblo culpaba de ser los causantes de sus males, por su pecado de “deicidas”.

Por este afán de caridad y justicia, se enfadó muchísimo cuando le llegó la noticia que Bertulf, deán de la catedral de San Donato de Brujas, y Lambert, hermano de este, habían comprado todo el grano producido por varios monasterios. Junto con maíz importado, lo tenían escondido para venderlo a escondidas a altos precios. Carlos envió por ambos hermanos, les reprochó su avaricia y poca caridad. Además, envió inspectores a sus graneros, que, efectivamente, los hallaron a rebosar. Carlos ofreció comprar el grano a precio bajo, según lo estipulado y ambos hermanos se negaron, así que el buen conde, lo confiscó y mandó fuera repartido entre las familias pobres, según sus miembros. Esto, por supuesto, indignó al presbítero y su hermano, que junto a otros familiares molestos con Carlos, planearon asesinarle. Estos parientes habían sido apartados de la caballería por Carlos por este motivo: según las leyes de Flandes, si un caballero casaba con una plebeya, al año y un día, perdía su condición de caballero. Pues Roberto de Crecques, caballero, había casado con una sobrina de Bertulf, que era de origen plebeyo, aunque habían mentido y comprado una ascendencia noble. Esto se supo y Carlos les despojó de todas las prebendas que conllevaba ser de clase noble. Y le sentenciaron a muerte.

Y fue Borsiard un primo del deán Bertulf quien se encargó de ello. También odiaba a Carlos porque este le había castigado por portar armas durante la “tregua de Dios” antes mencionada. Así que el 2 de marzo de 1127, mientras Carlos el Bueno se dirigía a oir misa en la catedral de Brujas, le tendieron una emboscada. Una mujer salió de la maleza apelando a la caridad de Carlos, que mandó detener a sus escoltas. Y allí mismo le atacó Borsiard con un hacha, cercenándole el brazo, y apuñalándole en la cabeza. Carlos terminaba su vida terrena como su padre, mártir por la justicia y la rectitud evangélica. El suceso conmovió Flandes y a Europa, que lloraron la muerte del piadoso gobernante. Los autores fueron capturados y condenados a muerte. El pueblo le veneró como santo desde su enterramiento, en la iglesia de San Cristóbal. Desde allí las reliquias fueron trasladadas a la catedral de Brujas. Fueron veneradas hasta la Revolución Francesa, que saqueó la catedral y la redujo a escombros, haciendo una plaza en el lugar. A pesar de esto, por la buena memoria de bondad que había dejado, las reliquias fueron respetadas y guardadas en un arca. El 2 de marzo de 1827 fueron elevadas y trasladadas a la iglesia del Salvador, consagrada como catedral, lo cual se considera su oficial beatificación, que confirmó León XIII en 1883. Se le invoca contra las fiebres, existiendo la devoción de beber agua bendita en el cráneo del santo.

Su vida fue escrita muy pronto, al año siguiente de su muerte, por Walter, arcediano de Therouanne. Otra “vita” la escribió Suger, el célebre abad de San Denis.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.


A 2 de marzo además se celebra a 





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