domingo, 16 de octubre de 2016

San Gall, abad.

San Gall, abad. 16 de octubre y 23 de noviembre (diócesis de Estrasburgo, junto a San Columbano).

Nació en Irlanda, hacia mediados del siglo VI. A los 5 años entró a estudiar en el monasterio de Bangor, bajo la tutela de San Columbano (23 de noviembre), siendo abad San Comgall (10 de mayo). Era un niño amante del estudio, la liturgia y gustosamente participaba con los monjes en sus oficios y oraciones, como uno más. Tenía dotes para el canto y la poesía, los idiomas clásicos y sobre todo, tenía un gran amor por Cristo. Apenas llegó a la adolescencia, el abad le dio dispensa para tomar el hábito y profesar como monje. En unos años había adelantado a todos en la virtud, la penitencia, la obediencia, sin menoscabar su afición al estudio y el trabajo. Por ello, sobre los 22 años fue ordenado diácono.

Cuando Columbano, llamado por Dios, en 585 decidió cruzar el mar e ir al continente a evangelizar y fundar monasterios, eligió doce monjes para que le acompañaran (todo un símbolo) y el primero de ellos fue San Gall. Sobre 589 entraron en Bretaña, donde Childeberto II, rey de Austrasia quiso se quedaran con él, dándoles todas las ventajas para fundar en su corte, pero Columbano prefirió buscar un desierto donde vivir la oración y penitencia sin influjos de hombres, negocios y asuntos de reyes. Así vagaron hasta que hallaron un sitio en el monte Vosga, entre los condados de Lorena y Borgoña; era un bosque sombrío y apartado de todo. Allí fundaron su monasterio, viviendo de la oración y el trabajo manual, y alejados de todo. Pero al cabo de dos años ya su fama de monjes virtuosos era lo suficientemente sólida como para que ya tuvieran nuevos monjes, y fueran visitados por nobles y obispos que querían edificarse con ellos. El conde de Borgoña, Agnoald, les ofreció una vieja casa de campo en Besançon, para que fundasen monasterio, y allí se fue Gall con algunos monjes, viviendo la Regla que Columbano escribió, y que luego sería adoptada por muchísimos monasterios.

Varios años pasaron los monjes en paz, dedicados a la oración, el trabajo y la enseñanza hasta que se movió contra ellos la persecución de Thierry, rey de Borgoña y sucesor de Childeberto, a causa de la denuncia encendida que San Columbano hacía de los excesos del rey y de su mujer, la pérfida Brunequilda. Columbano fue desterrado a Nantes y Gall y su amigo el monje San Eustasio (29 de marzo) fueron a Austrasia, donde les protegió el rey Theodoberto. Allí se reencontró Gall con Columbano y juntos planearon irse a fundar a Italia, pero el rey les rogó se quedasen en sus dominios y los santos accedieron, siempre que pudieran fundar en algún sitio apartado del mundo. Y el lugar lo hallaron en las alturas del Rhin. Allí fundaron su monasterio, desde el cual se lanzaron a la evangelización de los lugareños, que aún no conocían el Evangelio. Los métodos fueron algo bruscos, pues Gall lanzó al lago los ídolos y el barril de cerveza sagrada que ofrecían al dios Wotan, y los aldeanos se fueron a lincharle. Avisado Columbano, le dijo a su amigo se fuera con algunos monjes a fundar a otro sitio, esperando ocasión más favorable para trabajar en la conversión de los paganos. Entre estos monjes estaba San Sigeberto (11 de julio), que sería luego abad de Vorder Rhin.

Y partió Gall. En Arbon hallaron al presbítero eremita Willimar, que les indicó podían fundar en unas ruinas antiguas que se hallaban en un sitio retirado. Allí se fueron y entre las ruinas encontraron una capilla dedicada a san Aurelio mártir, que usaban para cultos paganos. Esta vez actuó con más serenidad Gall, pues aprovechando los festejos que los paganos hacían a sus dioses, predicó y con tanta unción, que muchos se convirtieron, bautizándose en Cristo. Columbano purificó la capilla, levantaron unas celdas e iniciaron la vida monástica. Viendo Columbano la necesidad de que Gall fuera ordenado presbítero, se lo mandó por santa obediencia y Gall no tuvo más remedio que obedecer. No sabemos quién lo ordenó. También estuvo a punto de ser obispo, pues al sanar a Santa Frideburgis (16 de octubre), hija del duque de Constanza, este le ofreció el obispado de dicha sede, pero Gall, se negó con horror.

Iglesia de la abadía de San Gall.
Luego que Columbano se fue a Roma, Gall supo de otro desierto en las montañas, más retirado aún, a las orillas del lago Constanza, en lo que hoy es Suiza. Le advirtieron sobre que era un sitio lleno de bestias salvajes. Él respondió: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Si él salvó a Daniel del foso de los leones, también será capaz de protegerme de las bestias salvajes". Y allá se fue. El sitio estaba infestado de serpientes y alimañas que el santo expulsó haciendo oración. Plantó una cruz en la que colgó sus reliquias de la Virgen María, San Didier de Langrés (23 de mayo) y San Mauricio (22 de septiembre) y ayunó y se disciplinó por tres días durante los cuales planeó la iglesia y monasterio que levantaría allí en honor de la Madre de Dios, a la que tenía gran cariño. Esa noche, luego de dormir, despertó para los maitines y vio que el fuego estaba apagado. En eso apareció un temible oso y el santo le dijo: "Bestia, te ordeno en el nombre del Señor, para que me traigas un gran trozo de madera para tirarlo al fuego". Y el animal dio la vuelta y regresó arrastrando un leño, que arrojó al fuego. Entonces el santo compartió su pan con el oso. Luego de comer juntos, el santo le dijo: "En el nombre de Cristo, te mando que desaparezcas de este valle. Las laderas de las montañas son todas para ti, pero aquí te prohíbo que hagas daño a las personas y al ganado". Y fundó su abadía con doce monjes, convirtiéndose con el tiempo en la célebre abadía de St-Gall, un referente de la cultura europea por su biblioteca, su arte, sus monjes santos y su aporte al canto gregoriano, al arte barroco, y, por supuesto, al culto a Dios y a la evangelización. Su hermosa iglesia, reformada al estilo rococó es digna de visitarse.

Entretanto, Columbano fundaba en Italia la famosa abadía de Bobbio, otro referente de fe y cultura occidental. El 22 de noviembre de 615 Gall tuvo la revelación de que su abad moría y entonces celebró por primera y última vez la santa misa, por el alma de su maestro. Además, envió a un monje a Bobbio, el cual regresó con el báculo de Columbano, que había dejado en testamento a Gall, que lo colocó en un relicario en la iglesia. Actualmente un pedazo de este báculo se venera como preciada reliquia en la abadía de Füssen. En 627 los monjes de Luxeuil le eligieron abad, pero Gall se negó y terminó sus días como un simple monje más. Gall murió el 16 de octubre de 640, mientras predicaba en Arbon, con más de 80 años, luego de una vida penitente, orante y apostólica como pocas.

Luego de su muerte, mostró su paternidad a sus hijos con varios portentos: en un año de malas cosechas, los cerdos del monasterio no hallaban ni algarrobas para comer, así que una noche todos salieron del monasterio misteriosamente y se dirigieron a un sitio donde el porquero que les siguió vio abundante comida. Cuando los cerdos se hartaron el porquero no sabía cómo regresar y San Gall se le apareció, diciéndole que tocara con una rama al cerdo más grande y que él les guiaría. Y así, noche tras noche, hasta que pasó el tiempo de necesidad.

Se le invoca contra las fiebres, los males de los animales y los niños.


Fuentes:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 10. Editorial Edibesa, 2001.
-"Diccionario de los Santos" C. LEONARDI, A. RICCARDI Y G. ZIARRI. Ed. San Pablo. Madrid, 2000.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Octubre. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1863.
-"Vidas de los Santos". Tomo XI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.


A 16 de octubre además se celebra a 
Santa Eduviges de Silesia, viuda.
San Elophe de Toul, mártir.

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