viernes, 14 de julio de 2017

Del silencio al barullo.

Beato Bonifacio de Saboya, obispo cartujo. 14 de julio.

Nació en 1207, en la familia ducal de los Saboya. Su abuelo fue el Beato Humberto III (4 de marzo), y sus padres fueron Tomás I de Saboya y Margarita de Ginebra. De joven Bonifacio fue de porte noble y bello, y era diestro con las armas. Sin embargo, muy joven dejó lo prometedor del mundo para consagrarse a Dios en la austeridad de la Gran Cartuja, en Grenoble. Allí quería vivir y morir, santificando su alma con el estudio y la oración, pero Dios y la Iglesia quisieron otra cosa.

Aun era novicio cuando el papa Honorio III, por influencia de su familia, le nombró prior de un conflictivo monasterio en Mantua, que ni cartujo era. Dos años estuvo allí, haciendo la paz y reformando las costumbres. En 1228 se le permitió volver a la Cartuja, para continuar su noviciado, a la par que le ordenaban de subdiácono. En 1230 el papa Gregorio IX manda sea ordenado presbítero y le nombra administrador apostólico de Belley. En 1237 es nombrado administrador de la sede de Valencce, y en 1240, de la sede primada de Inglaterra, vacante desde la muerte de San Edmundo (16 de noviembre). En 1241 la reina Leonor de Inglaterra logra que se nombre a Bonifacio, sobrino suyo, para la arquidiócesis primada, buscando solucionar la crisis entre el rey Enrique y la Iglesia, por causa de las intromisiones reales en la disciplina eclesiástica. En 1243 el papa Inocencio IV confirmó la elección, y la consagración episcopal se le dio en 1244, en el Concilio de Lyon. Mantuvo a su lado a San Ricardo de Chichester (3 de abril y 16 de junio, traslación de las reliquias), canciller de la etapa de Edmundo.

Aunque Bonifacio tenía amistad con el rey Enrique, no se dejó llevar por esta, sino que defendió los derechos de la Iglesia y corrigió al rey cuando fue necesario. Fue, paradójicamente, con los miembros de la Iglesia, con los que tuvo que batallar: las diócesis sufragáneas de Canterbury, especialmente Londres, se negaron a recibirle en su visita pastoral, que implicaba reforma moral y económica. Bonifacio había encontrado a la arquidiócesis arruinada y endeudada, pues aunque el rey había devuelto algunas de las rentas confiscadas a San Edmundo, los gastos y las canonjías eran demasiadas. Como empezó recortando y suprimiendo salarios, llamando a la moderación, pues muchos clérigos se le opusieron. La cosa fue a mayores en el monasterio San Bartolomé el Grande, donde Bonifacio se fue a las manos con el subprior, lo que devino en una batalla entre los monjes y los guardias de Bonifacio, el cual terminó golpeado y no salió herido porque, según el proceso legal que se estableció, llevaba una cota de malla bajo el hábito. La leyenda laudatoria, por su parte, dice que era un cilicio. Además, tuvo que huir y excomulgar a los rebeldes. 

Los canónigos de San Albano y los de San Pablo entablaron un proceso legal en Roma, acusándole de sobrepasar sus poderes como arzobispo metropolitano, de inmiscuirse en asuntos internos de las diócesis, los monasterios y capítulos canonicales. La acusación estuvo bien fundamentada y era apoyada por varios prelados, tanto que ni el rey pudo hacer algo por protegerle. Bonifacio apeló en Roma, pero el papa Inocencio IV restringió sus atribuciones y le obligó a levantar las excomuniones, aunque al mismo tiempo confirmó que tenía derecho a hacer la visita pastoral y la reforma de la arquidiócesis y sus sufragáneas. La paz fue restablecida poco a poco y la situación mejoró. No solo pagó las deudas, sino que construyó iglesias, monasterios y hospitales, e hizo próspera la diócesis. Bonifacio fue regente de Inglaterra en ausencia de Enrique. En una ocasión fue legado real en Francia y en otro momento hizo la paz entre las principales facciones de Saboya, que amenazaban la sucesión de los condes.

Sepulcro de Bonifacio. Hautecombe.
Falleció el 4 de julio de 1247, mientras estaba de visita a sus familiares en Saboya. Fue sepultado en el espléndido panteón familiar del monasterio cisterciense de Hautecombe. Su culto no vino por parte de su Orden, sino que fue la Casa de Saboya la que promovió su culto, aunque ciertamente la Cartuja siempre se enorgulleció de Bonifacio. En 1547 se abrió el sepulcro y se le halló incorrupto, lo que aumentó más aún la devoción de los saboyanos. El 7 de septiembre de 1838 el papa Gregorio XVI le beatificó formalmente, confirmando el culto que recibía por casi 600 años. En 1839 se aprobó el Oficio Litúrgico propio, para las diócesis de Francia e Inglaterra, y en 1858 fue adoptado por los cartujos.


Fuente:
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.


A 14 de julio además se celebra a
Santa Regenuflis de Incourt, virgen.
San Basin de Drongen, rey mártir.

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