miércoles, 30 de agosto de 2017

Eremita, hortelano y taumaturgo.

San Fiacre de Meaux, ermitaño. 30 de agosto.

San Fiacre.
Ille-et Vilaine, Bretaña.
La "vita" de este santo eremita del siglo VII está tan llena de leyendas y florituras, que es difícil separar lo real de lo legendario. Dejémoslo al sentido común.

Fiacre habría nacido de padres de sangre real. Luego de esperar largos años, al fin su madre quedó embarazada. Un extraño peregrino bendijo a la mujer y le predijo que su hijo sería un gran santo y padre de muchos santos. El niño fue puesto bajo la tutela de San Conan (3 de septiembre), obispo de Soder. Creció Fiacre y cuando llegó a la edad de casarse, abandonó el mundo y negándose a heredar el trono de su padre y a aceptar el trono que los escoceses le ofrecían, se embarcó rumbo al continente. Llegó a Meaux, donde era obispo San Faro (28 de octubre), hermano de la célebre Santa Fara (3 de abril y 7 de diciembre), el cual le dio unos terrenos para que edificase una ermita para vivir como ermitaño.

Los portentos no faltan, como dije antes. Para empezar, Fiacre no tenía nada para cortar la madera necesaria para edificar la capilla y la ermita, por lo cual, se puso en oración, y los árboles necesarios cayeron por si solos. El santo tenía una huerta que cultivaba con esmero, de donde comían todos, y aún le daba para repartir. Además, conocía mucho de hierbas medicinales que aplicaba a los enfermos que le visitaban, y llegaron a ser tantos, que anexo a su ermita construyó un hospital para servirlos.

Una mujer a la que prohibió entrar al recinto le acusó de hechicero, y el obispo Faro le castigó, sin creerle. La mujer quedó paralítica y el santo eremita la curó trazando la señal de la cruz, ante lo cual, la acusadora se desdijo y Faro pidió perdón de rodillas a Fiacre. Esta costumbre, propia del monacato irlandés, de no admitir mujeres ni de visita estuvo vigente mientras el monasterio duró. La misma reina de Francia, Ana de Austria, tuvo que quedarse a las puertas del monasterio luego de una peregrinación. La ermita de Fiacre, que consagró a la Santísima Virgen, pronto se convirtió en un santuario mariano donde Nuestra Señora derramaba sus gracias, y Fiacre por su parte, también sanaba a muchos con solo mirarlos o tocarlos. También formó apóstoles para predicar el Evangelio, como a San Kilain (15 de noviembre), un noble irlandés que lo dejó todo para dedicarse a la evangelización en Arras.

Muerte de San Fiacre.
Capilla de N. S de Tetre, Bretaña.
Fiacre falleció en la paz de Dios sobre 670, y su culto comenzó enseguida. En Bretaña, sobre todo, tiene dedicadas muchísimas iglesias, donde se le invoca contra los dolores cervicales e intestinales, las hemorragias y los hematomas. Además, es abogado de hortelanos y jardineros. Sobre su ermita se construyó un monasterio. Las reliquias de San Fiacre se veneraron en dicho monasterio hasta 1568, cuando fueron trasladadas a Meaux. Algunos reyes de Francia las visitaron varias veces, e hicieron cuantiosas donaciones. También muchos prelados promovieron la devoción al santo, otorgando numerosas gracias espirituales e indulgencias a sus devotos.

La leyenda de Santa Syra de Meaux (23 de octubre) le hace hermana de San Fiacre.


Fuente:
"Vies des pères, des martyrs, et des autres principaux saints". Tomo IV. ABBÉ GODESCARD. Bruxelles, 1854.


A 30 de agosto además se celebra a
San Pamaquio, confesor.
Santa Rizza de Koblenz, eremita.

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